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El caballo, el buey, el perro y el hombre

Cuando Zeus creó al hombre, sólo le concedió unos pocos años de vida. Pero el hombre, poniendo a funcionar su inteligencia, al llegar el invierno edificó una casa y habitó en ella.

Cierto día en que el frío era muy crudo, y la lluvia empezó a caer, no pudiendo el caballo aguantarse más, llegó corriendo a donde el hombre y le pidió que le diera abrigo.

Le dijo el hombre que sólo lo haría con una condición: que le cediera una parte de los años que le correspondían. El caballo aceptó.

Poco después se presentó el buey que tampoco podía sufrir el mal tiempo. Contestóle el hombre lo mismo: que lo admitiría si le daba cierto número de sus años. El buey cedió una parte y quedó admitido.

Por fin, llegó el perro, también muriéndose de frío, y cediendo una parte de su tiempo de vida, obtuvo su refugio.

Y he aquí el resultado: cuando los hombres cumplen el tiempo que Zeus les dio, son puros y buenos; cuando llegan a los años pedidos al caballo, son intrépidos y orgullosos; cuando están en los del buey, se dedican a mandar; y cuando llegan a usar el tiempo del perro, al final de su existencia, vuélvense irascibles y malhumorados.

El caballo y el palafrenero

Había un palafrenero que robaba y llevaba a vender la cebada de su caballo; pero en cambio, se pasaba el día entero limpiándole y peinándole para lucirlo de lo mejor.

Un día el caballo le dijo:

-- Si realmente quieres que me vea hermoso, no robes la cebada que es para mi alimento.

El caballo y el asno

Un hombre tenía un caballo y un asno. Un día que ambos iban camino a la ciudad, el asno, sintiéndose cansado, le dijo al caballo:

-- Toma una parte de mi carga si te interesa mi vida.

El caballo haciéndose el sordo no dijo nada y el asno cayó víctima de la fatiga, y murió allí mismo. Entonces el dueño echó toda la carga encima del caballo, incluso la piel del asno. Y el caballo, suspirando dijo:

-- ¡ Qué mala suerte tengo ! ¡ Por no haber querido cargar con un ligero fardo ahora tengo que cargar con todo, y hasta con la piel del asno encima!

El caballo y el soldado

Un soldado, durante una guerra, alimentó con cebada a su caballo, su compañero de esfuerzos y peligros. Pero, acabada la guerra, el caballo fue empleado en trabajos serviles y para transportar pesados bultos, siendo alimentado únicamente con paja.

Al anunciarse una nueva guerra, y al son de la trompeta, el dueño del caballo lo aparejó, se armó y montó encima. Pero el caballo exhausto se caía a cada momento. Por fin dijo a su amo:

-- Vete mejor entre los infantes, puesto que de caballo que era me has convertido en asno. ¿ Cómo quieres hacer ahora de un asno un caballo?


El león y el boyero

Un boyero que apacentaba un hato de bueyes perdió un ternero. Lo buscó, recorriendo los alrededores sin encontrarlo. Entonces prometió a Zeus sacrificarle un cabrito si descubría quién se lo había robado.

Entró de inmediato al bosque y vio a un león comiéndose al ternero. Levantó aterrado las manos al cielo gritando:

-- ¡ Oh grandioso Zeus, antes te prometí inmolarte un cabrito si encontraba al ladrón; pero ahora te prometo sacrificar un toro si consigo no caer en las garras del ladrón!

El león y los tres bueyes

Pastaban juntos siempre tres bueyes.

Un león quería devorarlos, pero el estar juntos los tres bueyes le impedía hacerlo, pues el luchar contra los tres a la vez lo ponía en desventaja.

Entonces con astucia recurrió a enojarlos entre sí con pérfidas patrañas, separándolos a unos de los otros.

Y así, al no estar ya unidos, los devoró tranquilamente, uno a uno.

El león y el mosquito luchador

Un mosquito se acercó a un león y le dijo:

-- No te temo, y además, no eres más fuerte que yo. Si crees lo contrario, demuéstramelo. ¿ Que arañas con tus garras y muerdes con tus dientes? ¡ Eso también lo hace una mujer defendiéndose de un ladrón! Yo soy más fuerte que tú, y si quieres, ahora mismo te desafío a combate.

Y haciendo sonar su zumbido, cayó el mosquito sobre el león, picándole repetidamente  alrededor de la nariz, donde no tiene pelo.

El león empezó a arañarse con sus propias garras, hasta que renunció al combate. El mosquito victorioso hizo sonar de nuevo su zumbido; y sin darse cuenta, de tanta alegría, fue a enredarse en una tela de araña.

Al tiempo que era devorado por la araña, se lamentaba de que él, que luchaba contra los más poderosos venciéndolos, fuese a perecer a manos de un insignificante animal, la araña.

El buen rey león

Había un león que no era enojoso, ni cruel, ni violento, sino tratable y justo como una buena criatura, que llegó a ser el rey.

Bajo su reinado se celebró una reunión general de los animales para disculparse y recibir mutua satisfacción: el lobo dio la paz  al cordero, la pantera al camello, el tigre al ciervo, la zorra a la liebre, etc.

La tímida liebre dijo entonces:

-- He anhelado ardorosamente ver llegar este día, a fin de que los débiles seamos respetados  con justicia por los más fuertes. 

E inmediatamente corrió lo mejor que pudo.

El león apresado por el labrador

Entró un león en la cuadra de un labrador, y éste, queriendo cogerlo, cerró la puerta. El león, al ver que no podía salir, empezó a devorar primero a los carneros, y luego a los bueyes.

Entonces el labrador, temiendo por su propia vida, abrió la puerta.

Se fue el león, y la esposa del labrador, al oírlo quejarse le dijo:

-- Tienes lo que buscaste, pues ¿ por qué has tratado de encerrar a una fiera que más bien debías de mantener alejada?

El león enamorado de la hija del labrador

Se había enamorado un león de la hija de un labrador y la pidió en matrimonio.

Y no podía el labrador decidirse a dar su hija a tan feroz animal, ni negársela por el temor que le inspiraba. Entonces ideó lo siguiente: como el león no dejaba de insistirle, le dijo que le parecía digno para ser esposo de su hija, pero que al menos debería cumplir con la siguiente condición:

que se arrancara los dientes y se cortara sus uñas, porque eso era lo que atemorizaba a su hija.

El león aceptó los sacrificios porque en verdad la amaba.

Una vez que el león cumplió lo solicitado, cuando volvió a presentarse ya sin sus poderes, el labrador lleno de desprecio por él, lo despidió sin piedad a golpes.

El león, la zorra y el ciervo

Habiéndose enfermado el león, se tumbó en una cueva, diciéndole a la zorra, a la que estimaba mucho y con quien tenía muy buena amistad:

-- Si quieres ayudarme a curarme y que siga vivo, seduce con tu astucia al ciervo y tráelo acá, pues estoy antojado de sus carnes.

Salió la zorra a cumplir el cometido, y encontró al ciervo saltando feliz en la selva. Se le acercó saludándole amablemente y le dijo: 

-- Vengo a darte una excelente noticia. Como sabes, el león, nuestro rey, es mi vecino; pero resulta que ha enfermado y está muy grave. Me preguntaba qué animal podría sustituirlo como rey después de su muerte.

Y me comentaba: "el jabalí no, pues no es muy inteligente; el oso es muy torpe; la pantera muy temperamental; el tigre es un fanfarrón; creo que el ciervo es el más digno de reinar, pues es esbelto, de larga vida, y temido por las serpientes por sus cuernos." Pero para qué te cuento más, está decidido que serás el rey.
 ¿ Y que me darás por habértelo anunciado de primero? Contéstame, que tengo prisa y temo que me llame, pues yo soy su consejero. Pero si quieres oír a un experimentado, te aconsejo que me sigas y acompañes fielmente al león hasta su muerte.

Terminó de hablar la zorra, y el ciervo, lleno de vanidad con aquellas palabras, caminó decidido a la cueva sin sospechar lo que ocurriría.

Al verlo, el león se le abalanzó, pero sólo logró rasparle las orejas. El ciervo, asustado, huyó velozmente hacia el bosque.

La zorra se golpeaba sus patas al ver perdida su partida. Y el león lanzaba fuertes gritos, estimulado por su hambre y la pena. Suplicó a la zorra que lo intentara de nuevo. Y dijo la zorra:

-- Es algo penoso y difícil, pero lo intentaré.

Salió de la cueva y siguió las huellas del ciervo hasta encontrarlo reponiendo sus fuerzas.

 Viéndola el ciervo, encolerizado y listo para atacarla, le dijo:

¡ Zorra miserable, no vengas a engañarme! ¡ Si das un paso más, cuéntate como muerta ! Busca a otros que no sepan de ti, háblales bonito y súbeles los humos prometiéndoles el trono, pero ya no más a mí.

Mas la astuta zorra le replicó:

-- Pero señor ciervo, no seas tan flojo y cobarde. No desconfíes de nosotros que somos tus amigos. El león, al tomar tu oreja, sólo quería decirte en secreto sus consejos e instrucciones de cómo gobernar, y tú ni siquiera tienes paciencia para un simple arañazo de un viejo enfermo. Ahora está furioso contra tí y está pensando en hacer rey al intrépido lobo. ! Pobre !, ¡ todo lo que sufre por ser el amo ! Ven conmigo, que nada tienes que temer, pero eso sí, sé humilde como un cordero. Te juro por toda esta selva que no debes temer nada del león. Y en cuanto a mí, sólo pretendo servirte.

Y engañado de nuevo, salió el ciervo hacia la cueva. No había más que entrado, cuando ya el león vio plenamente saciado su antojo, procurando no dejar ni recuerdo del ciervo. Sin embargo cayó el corazón al suelo, y lo tomó la zorra a escondidas, como pago a sus gestiones. Y el león buscando el faltante corazón preguntó a la zorra por él. Le contestó la zorra:

-- Ese ciervo ingenuo no tenía corazón, ni lo busques. ¿Qué clase de corazón podría tener un ciervo que vino dos veces a la casa y a las garras del león?

El león y la liebre

Sorprendió un león a una liebre que dormía tranquilamente. Pero cuando estaba a punto de devorarla, vio pasar a un ciervo. Dejó entonces a la liebre por perseguir al ciervo.

Despertó la liebre ante los ruidos de la persecución, y no esperando más, emprendió su huída.

Mientras tanto el león, que no pudo dar alcance al ciervo, ya cansado, regresó a tomar la liebre y se encontró con que también había buscado su camino a salvo.

Entonces se dijo el león:

-- Bien me lo merezco, pues teniendo ya una presa en mis manos, la dejé para ir tras la esperanza de obtener una mayor.

El león y el jabalí

Durante el verano, cuando con el calor aumenta la sed, acudieron a beber a una misma fuente un león y un jabalí.

Discutieron sobre quien debería sería el primero en beber, y de la discusión pasaron a una feroz lucha a muerte.

Pero, en un momento de descanso, vieron una nube de aves rapaces en espera de algún vencido para devorarlo.

Entonces, recapacitando, se dijeron:

-- ¡ Más vale que seamos amigos y no pasto de los buitres y cuervos!

El león y el delfín

Paseaba un león por una playa y vio a un delfín asomar su cabeza fuera del agua. Le propuso entonces una alianza:

-- Nos conviene unirnos a ambos, siendo tu el rey de los animales del mar y yo el de los terrestres-- le dijo.

Aceptó gustoso el delfín. Y el león, quien desde hacía tiempo se hallaba en guerra contra un loro salvaje, llamó al delfín a que le ayudara. Intentó el delfín salir del agua, mas no lo consiguió, por lo que el león lo acusó de traidor.

-- ¡ No soy yo el culpable ni a quien debes acusar, sino a la Naturaleza -- respondió el delfín --, porque ella es quien me hizo acuático y no me permite pasar a la tierra!

El león, la zorra y el lobo

Cansado y viejo el rey león, se quedó enfermo en su cueva, y los demás animales, excepto la zorra, lo fueron a visitar.

Aprovechando la ocasión de la visita, acusó el lobo a la zorra expresando lo siguiente:

-- Ella no tiene por nuestra alteza ningún respeto, y por eso ni siquiera se ha acercado a saludar o preguntar por su salud.

En ese preciso instante llegó la zorra, justo a tiempo para oír lo dicho por el lobo. Entonces el león, furioso al verla, lanzó un feroz grito contra la zorra; pero ella, pidió la palabra para justificarse, y dijo:

-- Dime, de entre todas las visitas que aquí tenéis,  ¿ quién te ha dado tan especial servicio como el que he hecho yo, que busqué por todas partes médicos que con su sabiduría te recetaran un remedio  ideal para curarte, encontrándolo por fin?

-- ¿ Y cuál es ese remedio?, dímelo  inmediatamente. -- Ordenó el león.

-- Debes sacrificar a un lobo y ponerte su piel como abrigo -- respondió la zorra.

Inmediatamente el lobo fue condenado a muerte, y la zorra, riéndose exclamó:

-- Al patrón no hay que llevarlo hacia el rencor, sino hacia la benevolencia.

El león y el asno

Se juntaron el león y el asno para cazar animales salvajes. El león utilizaba su fuerza y el asno las coces de su pies. Una vez que acumularon cierto número de piezas, el león las dividió en tres partes y le dijo al asno:

-- La primera me pertenece por ser el rey; la segunda también es mía por ser tu socio, y sobre la tercera, mejor te vas largando si no quieres que te vaya como a las presas.

El león y el asno presuntuoso

De nuevo se hicieron amigos el ingenuo asno y el león para salir de caza. Llegaron a una cueva donde se refugiaban unas cabras monteses, y el león se quedó a guardar la salida, mientras el asno ingresaba a la cueva coceando y rebuznando, para hacer salir a las cabras.

Una vez terminada la acción, salió el asno de la cueva y le preguntó si no le había parecido excelente su actuación al haber luchado con tanta bravura para expulsar a las cabras.

-- ¡ Oh sí, soberbia -- repuso el león, que hasta yo mismo me hubiera asustado si no supiera de quien se trataba!

El león y el ratón

Dormía tranquilamente un león, cuando un ratón empezó a juguetear encima de su cuerpo. Despertó el león y rápidamente atrapó al ratón; y a punto de ser devorado, le pidió éste que le perdonara, prometiéndole pagarle cumplidamente llegado el momento oportuno. El león echó a reír y lo dejó marchar.

Pocos días después unos cazadores apresaron al rey de la selva y le ataron con una cuerda a un frondoso árbol. Pasó por ahí el ratoncillo, quien al oír los lamentos del león, corrió al lugar y royó la cuerda, dejándolo libre.

-- Días atrás -- le dijo --, te burlaste de mí pensando que nada podría hacer por ti en agradecimiento. Ahora es bueno que sepas que los pequeños ratones somos agradecidos y cumplidos.

El león, la zorra y el asno

El león, la zorra y el asno se asociaron para ir de caza.

Cuando ya tuvieron bastante, dijo el león al asno que repartiera entre los tres el botín. Hizo el asno tres partes iguales y le pidió al león que escogiera la suya. Indignado por haber hecho las tres partes iguales, saltó sobre él y lo devoró.

Entonces pidió a la zorra que fuera ella quien repartiera.

La zorra hizo un montón de casi todo, dejando en el otro grupo sólo unas piltrafas. Llamó al león para que escogiera de nuevo.

Al ver aquello, le preguntó el león que quien le había enseñado a repartir tan bien.

-- ¡ Pues el asno, señor!

El león, Prometeo y el elefante

No dejaba un león de quejarse ante Prometeo.

-- Tu me hiciste bien fuerte y hermoso, dotado de mandíbulas con buenos colmillos y poderosas garras en las patas, y soy el más dominante de los animales. Sin embargo le tengo un gran temor al gallo.

-- ¿ Por qué me acusas tan a la ligera? ¿ No estás satisfecho con todas las ventajas físicas que te he dado? Lo que flaquea es tu espíritu.
Replicó Prometeo.

Siguió el león deplorando su situación, juzgándose de pusilánime. Decidió entonces poner fin a su vida. 

Se encontraba en esta situación cuando llegó el elefante, se saludaron y comenzaron a charlar. Observó el león que el elefante movía constantemente sus orejas, por lo que le preguntó la causa.

-- ¿ Ves ese minúsculo insecto que zumba a mi alrededor?
--respondió el elefante --, pues si logra ingresar dentro de mi oído, estoy perdido.

Entonces se dijo el león: ¿ No sería insensato  dejarme morir, siendo yo mucho más fuerte y poderoso que el elefante, así como mucho más fuerte y poderoso es el gallo con el mosquito?

El león y el toro

Pensando el león como capturar un toro muy corpulento, decidió utilizar la astucia. Le dijo al toro que había sacrificado un carnero y que lo invitaba a compartirlo. Su plan era atacarlo cuando se hubiera echado junto a la mesa.

Llegó al sitio el toro, pero viendo sólo grandes fuentes y asadores, y ni asomo de carnero, se largó sin decir una palabra.

Le reclamó el león que por qué se marchaba  así, pues nada le había hecho.

Sí que hay motivo -- respondió el toro --, pues todos los preparativos que has hecho no son para el cuerpo de un carnero, sino para el de un toro.

El león y el ciervo

Estaba un león muy furioso, rugiendo y gritando sin ninguna razón.

Lo vio un ciervo a prudente distancia y exclamó:

-- ¡ Desdichados de nosotros, los demás animales del bosque, si cuando el león estaba  sosegado nos era tan insoportable,
¿ de que no será capaz estando en la forma que está ahora?

El león, la zorra y el ratón

Dormía tranquilamente un león, cuando un ratoncillo se puso a correr sobre su cuerpo.

Se despertó el león, y se movió en todas direcciones buscando a ver quien era el intruso que le molestaba.

Lo observaba una zorra, y le criticó por creer que tenía miedo de un simple ratoncillo, siendo él todo un señor león.

-- No es miedo del ratoncillo -- dijo el león--, sino que me sorprendió que hubiera un animal que tuviera el valor de  pisotear el cuerpo de un león dormido.

LOS TOROS Y EL LEÓN

Había una vez tres toros que pastaban juntos.

Se conocían desde hacía tiempo y entre ellos todo era paz y amistad.

No imaginaban que, desde lejos, los observaba el león esperando la oportunidad de atacarlos.

Como era un experto cazador, sabía que llevaría las de perder mientras los toros se mantuvieran juntos. Por lo tanto él tenía que proceder con astucia.

Se acercó al lugar donde pastaban y simuló ser un león pacífico que sólo quería tomar sol y dormitar.
Poco a poco, fue ganando la confianza de los tres animales.

Los toros llegaron a acostumbrarse a su presencia. Todos los días lo saludaban amablemente y le preguntaban por su salud.

El león, considerando que su plan estaba dando resultado, se acercó a uno de los toros y le dijo al oído:
-¿Qué haces en compañía de esos dos? De lejos se nota que tu raza es superior...

Luego, solapadamente, convenció al segundo de que sus amigos aprovechaban lo mejor del campo y lo condenaban a comer un pasto muy pobre.

-¿Qué les decías a mis amigos? -le preguntó el tercero.
-¿Decirles? ¡Nada! Los escuchaba con disgusto porque no hacen más que hablar mal de ti.

Así, con engaños, consiguió sembrar entre ellos la desconfianza y el recelo.
Los toros empezaron a apartarse...

Dejaron de hablarse y pronto comenzaron a pastar a gran distancia uno de otro.
El león no esperó más: había llegado el momento de atacar.

Separados, sin compañeros que los protegiesen, los toros fueron fáciles presas para el león.
Y, uno a uno, terminaron en sus garras.

Porque la desunión y el enojo, sólo favorecen al enemigo.

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